El mundo de la moto y los moteros es peculiar, la especial camaradería que tenemos entre nosotros y que se extiende por todo el mundo a veces te trae historias curiosas que os contaré en esta sección.
Allá por enero, de vuelta de las vacaciones de Navidad, uno andaba buscando trabajo y haciendo entrevistas por diferentes partes de Bélgica. Como no, mi medio de transporte era la moto y con ella me movía a los diferentes puntos en los que me convocaban para presentar mi candidatura.
Está vez tocaba ir a Mechelen, a unos 25kms. de Bruselas a una empresa que, según la recruiter, tenía parking. Y efectivamente, lo tenía, nada más entrar en parking del alargado edificio de oficinas de cinco plantas, en la primera plaza, una moto. Un cartel que rezaba algo en flamenco de lo que solo entendí la palabra «motos», parecía indicar que esa plaza era reservada para vehículos de dos ruedas. Aparqué al lado de la Transalp, que era la moto que ya se encontraba en la plaza. «Scanner» obligatorio de la misma: la matrícula belga antigua, las manchas de liquido por las tapas del motor y las llantas completamente llenas de restos de «ferodo» dejaban claro que estaba más que trillada.
La entrevista fue bien y una semana después acudí de nuevo a una segunda y, de nuevo, ahí estaba la Transalp. Por suerte, después de esta segunda visita, la empresa decidió cogerme y comencé a trabajar allí.
Era finales de enero y comencé ir con mi moto a diario a la nueva oficina y, la mayor parte de los días, allí estaba la Honda.
Pasaron las semanas, llegó el mejor tiempo y, de vez en cuando, en lugar de en el garaje, la Transalp descansaba en el exterior del edificio. Alguna vez estuve incluso tentado de dejarle un papel al dueño, dándole mi teléfono, por si no había sitio suficiente, para que pudiese aparcar, incluso cerrándome y me avisase o yo le pudiese avisar a él, pero no me parecía demasiado correcto. Nunca sabes con quién te vas a encontrar.
Los días fueron pasando y con ellos las semanas, los meses y, casi a diario, la desconocida Transalp, de dueño fantasmal, aparecía en uno u otro lugar.
Era un jueves, frío, muy frío, de noviembre, casi a las seis de la tarde abandonaba la oficina. Hoy voy tarde, pensaba mientras bajaba en el ascensor pertrechado con el equipamiento motero digno del casi invierno belga. Un par de cosas que había que dejar acabadas y el tiempo que ahora tengo que dedicar a cambiarme de ropa y poner capa sobre capa, me habían retrasado con respecto a mi horario habitual. Al llegar a la plaza de las motos, ahí estaban las dos, como todos los días, esperando pacientemente a que sus dueños las llevemos a casa.
Inicio el ritual: quito la alarma, abro el baúl, dejo la bolsa, la cartera, desenfundo el casco. Ensimismado en mis pensamientos y tareas estaba, cuando de repente, aparece un hombre, de mi misma guisa. Vestido de motero, casco en mano, mochila de portátil al hombro… Su cara y la mía fueron muy similares: Por Fin! nos conocemos.
Tras explicarle que mejor hablamos en inglés, porque mi «Flamenco» no existe, comenzamos a charlar. Trabaja en la oficina que está justo al lado de la mía, se hace 200 kms. diarios porque vive en el este de Bélgica y hay unos atascos tremendos. La Transalp, que de hecho es su segunda moto, la primera fue una Deuville (tiene un amigo que trabaja en Honda 😉 ) tiene 315.000kms y está apunto de cambiarla… La breve charla, de unos 5 minutos, dio mucho de sí. Era como si dos viejos conocidos se reencontrasen después de mucho tiempo, con la única diferencia de que, en realidad, era la primera vez que hablabamos.
Mientras conversábamos, cada uno seguía con su ritual, braga para cubrir el cuello, casco, guantes. Ya con las dos motos en marcha, nos dimos la mano, compartimos un «nice to meet you» y un «Have a good ride» y salimos camino a casa.
El destino quiso que compartiésemos los primeros kilómetros de nuestro viaje, ya de noche, hasta que salimos a la autopista, en direcciones opuestas.
Después de 10 meses, de repetidas ocasiones en las que, supongo, ambos nos hemos preguntado Quién será el de esa moto, por fin llegó el momento de compartir experiencias. Y ahora… ahora quizás pasen otros 10 meses, hasta que nos volvamos a ver, o quizás será la próxima semana, sea como fuere, si ese momento llega, de nuevo habrá tiempo para compartir experiencias moteras.
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[…] Confío que os haya gustado mi relato de esta historia del día a día, si es así, no dudéis en compartirla, si queréis leer más como esta, no os podéis perder la historia de la Transalp. […]