El domingo lo teníamos reservado para hacer una ruta en moto. Después de las visitas del sábado, Vianden no ofrecía mucho más que ver y uno de los atractivos de la zona son las espectaculares carreteras.
Basándonos en una ruta que encontré por internet y que modifiqué un poco para hacerla más corta, salimos a eso de las 9:30 de la mañana. Con una temperatura muy buena y un sol resplandeciente, algo que nos ha acompañado todo el fin de semana y no es lo más habitual incluso en esta época del año. Cogimos la carretera que sale de Vianden para iniciar nuestro paseo.
La idea era hacer una especie de círculo alrededor del centro de Luxemburgo, no eran muchos kms, pero eran unas 3 horas de ruta. El conteo de kilómetros de la foto, no es correcto, porque Google no está contando con las curvas, muchas, que el recorrido tenía.
La ruta fue increíble, una tras otra carreteras con buen asfalto, algunas un poco estrechas, pero la mayoría buenísimas para rodar.
Al principio nos perdimos un poco, visitamos el pueblo de Brandeburgo, que tiene un castillo de piedra bastante chulo y el gps acabo llevándonos de vuelta casi otra vez hasta Vianden.
Lo bueno es que tuvimos que volver a hacer la carretera que nos llevaba a Brandeburgo, con muchas curvas y entre árboles que nos daban sombra, lo que agradeciamos ya que el sol ya pegaba fuerte.
Después de una hora de curvas y curvas y más curvas salimos a una carretera principal y paramos a beber un poco de agua y estirar las piernas.
Ya casi era hora de comer, así que a un par de kilómetros de nuestra parada vimos un restaurante y nos metimos. Moto a la sombra y nos sentamos en la terraza. Después de dos largas horas, de esperar por nuestra comida y ver pasar motos y más motos, por fin pagamos la cuenta y volvimos a la ruta. Según el Gps, aún quedaban casi dos horas de ruta. De nuevo volvimos a las carreteras reviradas, las curvas y las subidas y bajadas, que maravilla!!
A eso de las 16 de la tarde volvíamos a entrar en Vianden, con la sonrisa de oreja a oreja después de haber disfrutado de un gran día de moto.
Duchita rápida, cervecita en la terraza del bar del hotel y a cenar. Volvimos al restaurante del viernes noche. Tuvimos suerte y elegimos la única mesa que no estaba reservada de la terraza (sin saberlo) y pasamos un buen rato marujeando y degustando la sabrosa hamburguesa.
De vuelta al hotel, a dormir que mañana ya es día de vuelta.
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