Amanece un sábado soleado en la casa donde nos hemos alojado, aunque el sol no engaña del todo, la temperatura de fuera sigue siendo muy baja. Desayunos junto al resto de huéspedes, un matrimonio con dos niños y otra pareja mayor que nosotros. Todos ellos franceses, o al menos franco parlantes.

Desayunados y listos, abrigados convenientemente, salimos hacia el lago Geradmer de nuevo para verlo, esta vez de día. La carretera que ayer hicimos dos veces al llegar e ir a cenar la hacemos de nuevo de vuelta. De día es completamente diferente, el paisaje es bonito y muchas de las curvas cerradas tienen visibilidad suficiente como para darlas con confianza.

Llegamos al lago, damos literalmente una vuelta alrededor y nos paramos a hacer una foto. Geradmer es un sitio turístico en el que hay mucho negocio de esquí, aunque, por suerte para nosotros, todavía no hay nieve.

Los intercomunicadores llevan todo el viaje fallando y hoy no es una excepción, A. ya no me oye casi, yo a ella si.

Salimos dirección Nancy, sitio en el que pensamos comer. No sabemos nada de él, solo que a A. le chocó el nombre cuando estábamos planificando la ruta y lo incluimos como paso intermedio.

De camino las carreteras son bastante divertidas, la mayoría con piso regulero, pero bastante rápidas y con curvas. También hay bastante tráfico, lo que a ratos es un coñazo. Pero lo mejor son los colores, si la primavera es bonita, el otoño tiene un encanto especial. Circulamos entre árboles, la mayor parte del tiempo entre tonos amarillentos y rojizos que parecen resaltar aún más debido a la lluvia de estos días y a la helada de esta noche.

Poco a poco avanzamos de un pueblo a otro, cambiando de carretera. A veces dudamos si hacer caso al GPS o no, porque la carretera nos indica que Nancy está en la dirección por la que vamos y no en la que el GPS nos quiere llevar.

Por suerte lo seguimos y es así como acabamos en Saint Nicholas de port. Un pequeño pueblo francés, me atrevería a decir que feo pueblo del noreste francés, que tiene en su centro una enorme basílica.

Es prácticamente imposible hacerle una foto en la que salga toda, porque está rodeada de casas a escasos metros de las paredes de la basílica.

Aparcamos cerca, damos una vuelta y nos metemos en un bar a entrar en calor. Aun con el sol, hace un frío importante en la moto.

Volvemos a la carretera, queda poco para llegar a Nancy, las carreteras tienen un trazado divertido pero un piso regulero, con muchos parches y baches.

Queda poco para llegar y se nota que estamos llegando a una ciudad más o menos grande, semáforos y calles nos dan paso a la que parece la calle principal y lo que el GPS determina como centro ciudad. Vemos una moto aparcada en la acera y aparcamos al lado.

Tenemos hambre así que tiramos de Google maps de nuevo y buscamos un restaurante, cerca de la plaza Stanislas (o algo así) hay muchos. Es tarde, son casi las 14 y casi todos los sitios cierran a esa hora, encontramos uno que cierra a las tres y nos metemos.

Comemos entre el continuo ajetreo de camareros arriba y abajo sirviendo mesas, limpiando mesas vacías de gente y nuevos clientes volviendo a sentarse. El sitio es un hervidero de gente, pero sorprendentemente no hay mucho ruido.

Miramos qué se puede ver aquí y, casualmente, estamos a escasos metros de la plaza «que hay que ver» en Nancy.

Es una plaza enorme, con varias puertas grandes por las que se accede, decoradas con mucho color oro. En el centro de la plaza hay una exposición con temática japonesa, un poco extraña. Hay mucha gente, pasando, parando, haciendo fotos, mucho bullicio, nos gusta 🙂

Al fondo hay una gran puerta que da a un palacio. Nos sorprende lo grande y bonito de toda esta zona de la ciudad. Damos unas cuantas vueltas, alguna foto y volvemos a la carretera.

Hoy dormimos en Longwy y todavía nos queda un rato. La ruta al principio es divertida, en la misma línea que la anterior, ratos con curvas, mal piso pero buen trazado. Pero a medida que nos alejamos de La Alsacia y nos acercamos a Luxemburgo, las carreteras son más rectas y cada vez hace más frío.

Después de dos horas sin parar (no vimos un solo bar en las decenas de pueblos que atravesamos) y ya de noche llegamos al hotel.

Hicimos check in, nos cambiamos y fuimos a cenar a un restaurante cercano, en una especie de centro comercial.

Ducha para descansar y caímos rendidos en cuanto pusimos la tele, mañana último día, vuelta a casa!

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