Tocaba hoy dejar la zona de los Dolomitas, con todo el dolor de nuestro corazón e ir dirección sur, para hacer durante unos días un poco de turismo convencional.
Pero la despedida no tenía por qué ser aburrida, así que planeamos un viaje de Bolzano a Madonna di Campiglio y de ahí, pasando por Trento ir a dormir a Treviso. Nada de autopistas, curvas y curvas en unas cinco horas de viaje.
Con el petate hecho, cargados y ya cocidos, salimos de Bolzano en el medio del tráfico. Y en apenas veinte minutos cogimos un desvío a la derecha y todo cambió. Buen asfalto, curvas abiertas con algunas tornantes, mucho desnivel, eso sí, pero muy muy divertida.
El paisaje ha cambiado un poco, las montañas con sus cúpulas nevadas aún nos acompañan, pero más lejos, dejando paso a una marea de viñas que parece sujetarse en las faldas de las montañas en un bonito equilibrio. Cuanto más subimos, más bonita es la vista general del inmenso valle, plagado de pueblos rodeados de viñas.
Pero, y es que siempre hay un pero, a partir del primer kilómetro, decenas de motos, la mayoría con matrícula alemana, nos empezaron a adelantar sin importar líneas continúas, curvas o vehículos de frente. Esto hizo a ratos que tuviese que ir más pendiente del espejo que de mirar para adelante.
Por otro lado, el estar subiendo y subiendo, hacia que la temperatura, ya de casi 30° en la parte baja, fuese bajando, proporcionando un fresquito increíble.
Llegamos a Madonna di Campiglio y la verdad es que fue un poco decepcionante. Al no ser época de ski, todo estaba cerrado y con todo me refiero a las decenas de hoteles que hay en la falda de la montaña, todos destinados al turismo invernal.
No le dimos muchas vueltas, la verdad, habíamos visto un sitio perfecto para comer unos kilómetros antes y para allá que nos fuimos.
Está en el alto del passo Carlo Magno y resulta ser un hotel, pero nos cautivó la terraza con sombra y las vistas justo en frente:
Comimos una especie de pasta boloñesa muy buena, un helado para refrescarnos y seguimos ruta hacia Trento.La carretera baja ahora, de nuevo con grandes pendientes, nada memorable, pero bastante cómoda.
De nuevo la temperatura sube a los 30° y sentimos que nos estamos derritiendo dentro del traje.
Entramos en una especie de carretera nacional, pero con doble carril para cada sentido a ratos. No es una autovia, ya que está limitada a 90 y tiene curvas y cruces peligrosos, además de no tener arcén. Pero eso no parece importar a los italianos que conducen como si fuese una autovía y hacen una pirula detrás de otra ?.
Tan pronto vamos por una recta que invita a correr como atravesamos un túnel sin iluminar, en curva y con el suelo mojado. Pasamos de dos carriles a uno y vuelta a dos. Recorremos así unos 60 kms . con mucho tráfico, cada vez más.
Llegamos a Trento e intentamos ir al centro a tomar algo y conocerlo, pero el calor y mis prisas nos pueden. Acabamos perdiendonos, aparcando en el primer hueco libre a la sombra, bueno en el segundo y tomando algo en la primera terraza a la sombra también.
Semi recuperados volvemos a la carreteras, calor y tráfico, nada digno de mención.
A unos doce kms de Treviso hay un atasco monumental. Avanzamos entre coches parados y llegamos al meollo. Un accidente mantiene la carretera cortada. Buscamos alternativa en el GPS, damos la vuelta y en unos 20 minutos llegamos al B&B.
La Vigna es lo que parece una antigua granja reconvertida en alojamiento. Nosotros estamos en una especie de apartamento de dos pisos, con una cocina abajo, dónde se sirve el desayuno, y dos habitaciones, salón y baño arriba. Los suelos son de madera y la decoración, pretendiendo ser antigua y rural da un poco de miedo a ratos, con extrañas esculturas y objetos.
Descargamos, ducha rápida, visita a Treviso para lavar la ropa y cenar en el centro y de vuelta al alojamiento.
Mañana, poca moto y mucho turisteo, Venezia nos espera.
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