Ocho y media de la mañana y vamos a desayunar, cómo es ya habitual. Marco nos espera, con la preparada para cuatro comensales, aunque solo dos lugares tienen zumo, son los nuestros.
Reconozco que una de las cosas que más estoy echando de menos en este viaje es el trato con la gente, que nos cuenten cosas, compartir con ellos un rato y aprender y escuchar sus historias. Hasta ahora en el viaje, bien porque no hablan inglés o porque son sitios demasiado turísticos, no hemos encontrado esa cercanía, que si disfrutamos en Escocia. En parte el hecho de elegir B&B es la posibilidad de charlar con gente y que nos cuenten cosas.
Marco decía ayer que no hablaba bien inglés, pero mitad en inglés mitad en italiano, nos entendemos. Hablamos de Génova y de lo difícil y caro que es restaurar edificios en el centro histórico, lo que está haciendo que muchos se queden abandonados. Hablamos también de las consecuencias de la caída del famoso puente y de los problemas que ahora tienen por la gran cantidad de amianto que tanto el puente, cómo las casas tienen, que hace que no se puedan derribar con explosivos, lo que está ralentizando enormemente las obras para construir un nuevo puente.
Nos tiramos todo el desayuno charlando, me encanta esto, me da la sensación de que veo una parte de la zona que nunca jamás podría ver si no me hubiese encontrado con Marco en este B&B.
Pero toca recoger y salir, nos despedimos de nuestros anfitriones y salimos cargados en busca de la moto al parking.
Cómo la ley de Murphy bien dice, el único momento del viaje, hasta ahora, que ha llovido bien, fue exactamente ese, en el que teníamos que caminar unos 600 m. con maletas, chaquetas, cascos, etc.
Cargamos bajo la lluvia y arrancamos. La hasta ahora copiosa lluvia se volvió simple barruzo, cómo se dice en mi pueblo, en el mismo momento en que salimos .
El viaje hasta Milán era más bien de paso, no había montañas ni se esperaban muchas curvas y así fue.
Salimos de Génova pasando por debajo del famoso y malogrado puente. Impresiona bastante ver los restos que quedaron en pie y lo que arrasó al caer en la parte de abajo.
Cómo decía, el resto de la ruta no tuvo mucho interés, rotondas, pueblos, semáforos y calor, aunque no tanto como ayer. Ah! Y carreteras destrozadas. Absolutamente desechas, con boquetes, parches, mal asfalto. Es increíble la cantidad de kilómetros que hicimos ayer por carreteras con muchísimo tráfico en un estado más que lamentable. Carreteras que son la unica alternativa a una autopista de peaje. La mayoría de ellas limitadas a 70 o 50 por hora y repletas de radares o, lo que parecen radares ya que la gran mayoría son falsos. Son cajas naranjas con los agujeros tapados.
Ni siquiera la comida fue en un sitio típico italiano, ya que, al ser domingo había muchos sitios cerrados, acabamos comiendo en un área comercial que encontramos por el camino.
Llegamos a Milán, aparcamos delante del B&B y entramos. En esta ocasión el sistema para entrar es distinto, nos han dado unas claves de cuatro números que tenemos que poner en la puerta del portal para entrar. Así lo hacemos. Entramos a una especie de corral que da acceso al portal. Es un edificio de cuatro plantas y tenemos que subir a la última, en un estrecho y viejo ascensor al que se entra por la puerta de enfrente y se sale por una lateral tras abrir dos puertecillas hacia dentro. Con nuestras chaquetas en la mano, cascos y maleta cubredepósito, casi no conseguimos salir.
Nos costó un poco encontrar la puerta, ya que no estaba dentro de la planta en si donde nos hemos bajado, sino en una terraza que da al patio interior.
Entramos con otro código numérico y acto seguido llegan los dueños. Nos dan las llaves, nos explican todo, nos ofrecen café, agua o lo que queramos y, sobre un mapa, nos explican un pequeño tour por Milán.
Llevo la moto, después de descargar las maletas, al parking que nos han reservado, dónde conocí a Manuel, pero esto os lo cuento mañana.
Nos cambiamos y salimos, cogemos el metro ya que hace demasiado calor para la moto y, una vez más, el tráfico en el centro de la ciudad está limitado. En 15 minutos llegamos al Cairoli Castello.
Un castillo espectacular con unos jardines enormes en la parte posterior. Tiene un montón de museos y de cosas interesantes en el interior, con exposiciones de Leonardo da Vinci. Una lastima que sea demasiado tarde para entrar.
Caminamos a continuación hacia el Duomo. Hay muchísima gente, turistas por doquier. Vemos el Duomo a lo lejos, es enorme, aunque no lo podemos ver bien porque están preparando un concierto de música clásica en ella plaza. Para entrar a la plaza hay controles de seguridad, hacemos cola y entramos es una pasada.
Entramos también en las galerías, mientras escuchamos la música clásica que proviene del escenario en la plaza, no sabemos si están ensayando o es ya el concierto en si.
En Milán nos hemos encontrado mucha música en la calle, desde un tío solo con una guitarra, hasta unos locos en una furgoneta Volkswagen antigua en la que tenían hasta y a batería acústica.
Seguimos caminando, llegamos hasta el teatro de la Escala y volvemos a coger transporte público. Esta vez el tram, para ir a la zona de Alzaia Naviglio Grande, recomendación de la dueña de la casa.
En un principio nos bajamos del tram y no nos gustó nada. Habíamos buscado un sitio para cenar y los alrededores eran bastante feos, con el canal rodeado por edificios derruidos o en construcción.
Pero después de cenar, en una pizzería donde nos estresaron y casi nos todo sentarnos dentro del horno de las pizzas, volvimos andando hacia el metro y entonces vimos que la zona bonita y dónde estaba la gente era un poco antes de donde nos habíamos quedado.
Hicimos unas fotos, caminamos cortando trajes a todos los y las «guays» que veíamos repletos de maquillaje y compartiendo olor a colonia con toda la ciudad, mientras disfrutábamos de un helado y nos volvimos al B&B.
Ducha relajante y a dormir, mañana abandonamos las ciudades y vamos dirección los lagos del norte de Italia.
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